domingo, 25 de noviembre de 2018

DI NO A LA VIOLENCIA DE GENERO!

Días  cortos,  Días  largos,  noches  en  vela,  cafés  de  las  mañanas.  Así recuerdo  algunos  de  los  pésimos  o  maravillosos  días  de  mi  vida  y el  entusiasmo  que  sentía  por  comenzar  una  nueva  vida  con  mi pareja.  Ahora,  sentada  en  una  silla  de  ruedas,  entre  llantos, lamento  el error que  cometí  y  que  cambió  mi  vida  para  siempre.

 Sin  razón  alguna, sin  motivo  alguno,  todo  lo  que  comenzó  como  algo  bonito  desapareció  tan  rápido,  como  una  estrella  fugaz.  Comenzaron grandes  disputas,  por  situaciones  ridículas,  sin  importancia,  que desencadenaron  agresiones  hacía  mí.  Pensaba  que  estaba  nervioso, que  no  podía  controlar  los  nervios,  que  se  desahogaba  conmigo,  ya que  cuando  acaba  siempre  me  pedía  perdón.  Todos  los  días  analizaba  la  situación  y  me  planteaba  la  dificultad  de encontrar  los motivos  para  ello.  Así,  mis  días  se  fueron  apagando  poco  a  poco. Ya  no  tenía  entusiasmo  por  nada,  simplemente  ya  no  seguía  igual. Mi  felicidad  se  esfumó  y  mi  sonrisa  desapareció.

 Se  concentraba  en él,  la  intención  de  dañar,  herir  sin  piedad.  Una  noche  estábamos cenando  y  como  de  costumbre,  me  reprochaba  que  la  comida  estaba  fría  o  no  le  agradaba.  Yo,  sin  nada  más  que añadir,  agaché  la  cabeza  y  simplemente  me  limité  a  callar.  Recogí  todo  y  subí  a  mi  habitación.  Esa  noche,  una  noche  oscura,  triste,  noche  de soledad,  noche  de  dudas  y  de  vacío,  vacío  en  mi  interior.  Aparecían en  mi  cabeza  consejos  que  poder  coger  o  dejar  atrás.  Aquellos  que  por  la  televisión  contemplaba  cada  día  sobre  el  maltrato.  Pero  era  tan  difícil  pensar  que  uno  de  esos  casos  pudiera  ser  el  mío,  que  aumentaba  mis  dudas  aún  más.  Pues  cómo  era  posible  herir  a  una persona  de  ese  modo.  Me  dolía  pensar  que  sólo  me  utilizase  como un  objeto  sexual. 

Intentaba  desahogarme,  buscar  consuelo,  refugio  y reprimir  mis  lágrimas.  Contaba  mis  situaciones  a  personas  cercanas, de  gran  afecto,  como  si  fuesen  los  problemas  de  una  amiga desconocida  con  el  fin  de  obtener  consejo.  Mentía  sobre  mi felicidad,  era  cobarde,  muy  cobarde.  Mi  vacío  se  iba  profundizando  cada  vez  más.  Mantenía  mis  llantos  en  silencio  e  intentaba  aceptar  la  verdad,  olvidar  el  pasado  y  volver  a  empezar  de  nuevo.  Pero  por  más  que  lo  intentaba  era  lo  mismo,  me  encontraba  sola  en  la  oscuridad  de  mi  ser.

 Anhelaba  el  cariño  que  me  daba  y  que  un  día  dejó  de  darme.  Quizás  por  eso  me  cruzaba  de  brazos,  pensando  que  algún  día  me  lo  devolvería.  Pasó  el  tiempo  y  decidí  que  era  hora  de  que llegase  un  nuevo  miembro  en  la  familia.  A  lo  que  él  se  negó  rotundamente.  Me  partió  el  alma,  me  vació  de  ilusiones,  de  deseos, de  algo  que  podría  solucionar  nuestra  situación.  A  partir  de  ahí volvimos  a  las  mismas  situaciones,  golpes  y  más  golpes.  Mi  cuerpo parecía  un  mar  de  tinta  morada,  tinta  que  no  eran  nada  más  que los  moratones  que  rodeaban  mi  cuerpo  y  tardaban  en  abandonarlo. Tenía  fe  en  que  eso  acabase  algún  día,  que  el  sol  volviese  a  brillar  para  mí  y  poder  borrar  el  pasado.  Era  como  una  tormenta  que 
no  cesaba  y  que  dejaba  grandes  huellas.

 Acabé  encerrada  en  mí,  ya  no  salía,  no  disfrutaba,  no  era  yo.  Llegué  al  punto  en  el  cual sólo  me  limitaba  a  cumplir  las  cosas  que  él  me  pedía.  Me  volví  egoísta  conmigo  misma.  Mis  amigos,  mi  familia,  me  llamaban  preocupados,  no  tenían  noticias  sobre  mí.  Pero  siempre  que  hablaba  con ellos  ponía  la  misma  excusa.  Una  excusa  barata,  un simple  dolor  de  cabeza  y  les  mostraba  el  lado  más  alegre  de  mí,  si  es  que  aún  lo  tenía.  Y  callaba,  callaba  por  miedo,  por  él.  Nadie  sabía  mi  situación,  mi  problema.  Era  difícil  asimilarlo  y  pedir  ayuda,  por  el  simple  hecho  de  que  podría  volver  a  ser  golpeada  o  incluso  dejar  de  existir  para  siempre. 

Cada  día  que  pasaba  se  volvía  más  agresivo,  ya  ni  yo  entendía  como  era  capaz  de  aguantar  esa situación.  Era  un  auténtico  calvario.  Tantos  años,  tantos  recuerdos,  tantos  proyectos  que  emprender  juntos  que  ninguno  de  ellos  empezamos.  Los  días  transcurrían  lentos,  secos,  dolorosos  y amargos.  Amargos  como  el  sabor  del  chocolate  puro.  No  sé  qué  ganaba  con todo  aquello,  ya  no  tenía  fuerzas  para  seguir.  Sabía  que  lo  primero y  lo  más  difícil  era  asimilar  la  situación  y  reconocer  que  verdaderamente,  yo  era  uno  de  los  múltiples  casos  que  hay actualmente  de  violencia  de  género.

 Así  que  dejé  a  un  lado  todo, me  levanté  una  mañana,  lluviosa,  fría,  como  si  el  tiempo  me  acompañase  en  esa  situación.  Me  estaba terminando  para  salir,  cuando  apareció  él.  Me  preguntaba  con  gran  exigencia  a dónde  iba  mientras  yo  salía  de  la  habitación.  Me  armé  de  valor  y  le  contesté.  Le  dije  que  me  dirigía  a  hacer  algo  que  debía  haber  hecho  antes. Me  preguntaba  cómo  había  podido  contestarle,  haber  sido  tan  valiente  y  haber  dejado  el  miedo  a  un  lado.  Seguidamente, empezamos  a  forcejear  y  en  un  descuido  aprovechó  para  arrojarme  por  las  escaleras.  Allí  me  encontraba,  inconsciente  en  el  suelo,  debatiéndome  entre  la  vida  y  la  muerte. 

Neutra,  sin  sentimientos, así  me  desperté  en  el  hospital  y  con  la  horrible  noticia  de  que  jamás  volvería  a  andar.  Me  sentía  desolada,  arrepentida.  Pero  lo  peor  era  que  él  seguía  feliz  su   vida,  como  si  lo  ocurrido  hubiese  sido  un  despiste  por  mi  parte.  Sentía  tanta   rabia  en  mi  interior  que  me  dispuse  con  coraje  a  confesar  a  la  policía  lo  verdaderamente ocurrido,  un  intento  de  homicidio.  Quizás  un  poco  tarde,  lo  sé,  cuando  ya  no  había  prácticamente  solución.  No  podía  creer  como me  había  cambiado  la  vida.

Por  esperar  tanto,  por  la  ignorancia,  por  el miedo,  dejé  escapar  la  única  oportunidad  que  tuve  de  evitar  mi  situación.  Pensaba  que  denunciar  no  serviría  de  nada,  que aumentaría  su  ira  y  empeoraría  la  situación.  Pero  me  equivoqué, gracias  a  la  policía,  aunque  sea  en  silla  de  ruedas,  apenada  y  lamentando  todo,  puedo  estar  tranquila  de  que  no  volverá  a hacerme  daño.  Y  muy  arrepentida  escribo  esta  carta,  para  que  personas  con  una  situación  similar  o  parecida,  dejen  el  miedo  atrás  y  no comentan  el  mismo  error  que  yo  cometí. 
Que  por  miedo  pueden  perder  lo  que  más  quieren,  junto  a  su  vida.

sábado, 10 de noviembre de 2018

Pintame una sonrisa...

Píntame una sonrisa porque mi corazón pide clemencia en la tempestad en la que se encuentra.

Píntame una sonrisa, pero que sea de verdad,
una sonrisa de esas que salen solas y de las que acaban con carcajadas que te hagan que te duela la tripa hasta acabar siendo lágrimas de felicidad ...

Y te pido que me pintes una sonrisa, porque quiero que me pintes siendo feliz, llena de alegría.

martes, 6 de noviembre de 2018

Casualidades con nombre destino

Quizás no crea en las casualidades de la vida, porque para mí tienen otro significado: destino.

Y con eso quiero decir, que no creo en las casualidades que no lo lleven por nombre.

Y si no lo llevan, solo son coincidencias, porque las casualidades son sentimientos, estados, acciones, locuras y en definitiva, actos que nos llevan a vivir la vida en alguna dirección.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Soy yo siendo feliz

Sentada y en pausa.
Rebobinando el pasado, retrocediendo al corto plazo.
Un huracán de emociones, un tornado de pensamientos.
Pero hay risas, muchas.
Soy yo siendo feliz...
       Y eso... Me gusta.

miércoles, 31 de octubre de 2018

A ti que eres...

A ti que eres de coraza indestructible.
De corazón sellado y alma guerrera.
De cabeza de acero y valiente lucha.
De justicia sincera y palabra firme.
De razones incansables y miedos escondidos.  

A ti que eres dura con el futuro y frágil con el pasado, quiérete

A ti que eres de cabeza pensante y actos expontáneos, vive cada oportunidad y no te aferres a los recuerdos.

A ti...
A ti que mereces ser feliz.

domingo, 21 de octubre de 2018

Recuerdos...


Una canción de fondo, de esas que te traen a la mente todos y cada uno de los recuerdos más bonitos que tenemos en nuestra mente. Aquellos recuerdos que un día nos llenaron de una felicidad inmensa y que a día de hoy sólo podemos recordar con una sonrisa.

Las fotos son el momento estático donde quedan atrapados nuestros mejores recuerdos para el resto del tiempo de nuestras vidas, porque aunque muchas veces los guardemos en nuestra memoria… ciertos sentimientos nos nublan y  nos hacen distorsionar lo bonito que eran los momentos que se plasman en ellas.

Son los regalos del pasado, donde se guarda el amor y el cariño que se tiene hacia una persona, donde recordamos lo que nos importaba, porque nuestro corazón no olvida, pero a veces confunde y sobre todo castiga a nuestro pasado, por un presente que no quiere recordar y que solo quiere imaginar el futuro.




Nuestra isla...

   Que si tocas fondo, no te asustes, siempre hay un salvavidas con el que seguir flotando, aunque sea a la deriva, porque es ahí donde navegamos cuando nos estamos encontrando a nosotros mismos.
  Que no te importe lo que tardes en encontrar tierra firme, que no te importe cuánto tardes en encontrarte a ti misma, pues lo realmente importante es que llegues a buen puerto, ya que lo que importa es que llegues sabiendo quien eres, conociéndote y valorándote, y será así, tras un largo camino de tempestades y mareas, cuando te encuentres a ti mismo/a y con ello, encuentres tu isla.
  Cuando encuentres esa isla, estoy segura que no te importará el tiempo que hayas estado a la deriva, porque sabrás que el tiempo que has dedicado en ordenar tu cabeza y en aprender a vivir, y digo a vivir de verdad y no para otros, te darás cuenta que la espera habrá merecido la pena.

sábado, 25 de agosto de 2018

Huye...

Cuando el corazón calle, huye.

Huye para no caer preso en su cárcel. Aquella cárcel donde quedan varados todos aquellos sentimientos que un día se perdieron y fueron abandonados.

Aquellos sentimientos que se quedaron enclaustrados a los barrotes de la mendicidad esperando ser rescatados por alguien que los abandonó en las trincheras del amor, derrotados en guerra con una esperanza efímera y eterna de ser recogidos por un fantasma que ya ni existe.





jueves, 23 de agosto de 2018

Nuestro alma, nuestra vida.

Cuando nos invade la tristeza, el alma entristece y con ello se disipan muchas de nuestras ilusiones, de nuestros deseos, de nuestras ganas de luchar por ser felices. 


Pero no es dejar de luchar, si no que comienza otra batalla interna con la que lidiar día a día. Lidiar con nuestros miedos y con los de los demás. Es en este punto de partida cuando nos olvidamos que nuestro alma está presente en nosotros y es lo que da vida a nuestro cuerpo y lo que al final nos hace vivir intensamente la vida y nos guía.


Cuando dejamos de escuchar  a nuestro alma dejamos de ser nosotros mismos. Comenzamos a sentir un vacío que es imposible de llenar por más que nos demos cuenta de que es lo que más necesitamos.


Quizás la vida nos apague el alma en ciertos momentos, pero los culpables de que la llama no vuelva somos nosotros. Nuestro alma nos da señales de atención para reaccionar ante el mayor choque sentimental que puede llegar a desplegarse en nuestro corazón.


No es sino entonces cuando hundidos en las más sinceras lágrimas de arrepentimiento y con el corazón dividido en razón y sentimiento, comenzamos a ser conscientes de que nuestro alma nos pide a gritos vivir en nosotros de nuevo.


Nos pide salir de la prisión donde la hemos dejado encerrada durante el tiempo en que dejamos de ser felices, que es cuando dejamos de escucharla.


Cuando nuestro alma habla, la razón calla y el sentimiento aflora.